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Si alguna vez una productora
cinematográfica, apareciera con la idea de filmar la historia de un
entrenador de River Plate, el candidato número uno para ser el
protagonista –sin dudas- es Alejandro Galán. Un porteño regordete y
esquemático, al que un buen día se le antojó hacerse llamar Jim Lópes.
Nacido el 6 de julio de 1912
en Parque Patricios, Alejandro Galán apostó todo para desempeñarse en
el deporte que lo había apasionado desde niño. El boxeo. Su producción
pugilística se ha esfumado tras el velo de los años y la austeridad de
la estadística amateur. Algo es seguro: Galán era bastante mediocre con
los puños. Tal vez esa fue la recriminación de su padre que originó un
distanciamiento entre ambos. Tal fue el encono que Alejandro Galán tomo
dos decisiones trascendentes en su vida. Viajar a Brasil para seguir
allí siendo boxeador; Y cambiar su nombre, rebautizándose como Jim
Lópes. Corría el año 1928
Pero a finales de los años
30, la política del Estado Novo implantada por Getulio Vargas decidió
suspender los espectáculos de box en todo su territorio brasileño,
dejando al bueno de Jim en Pampa y la vía otra vez. Tomó una nueva
decisión fundamental. Se metió en la Educación Física y encontró
trabajo como preparador en varios cuadros de la periferia paulista.
Jim López era un personaje
algo parco y apático. Le decían el brujo. Su estilo era resultadista y
conservador. Jugaba un 4-4-2 amarrete y no le importaba mucho el
espectáculo del que era parte y la historia del club que orientaba.
También era muy observador y detallista, características que le fueron
fundamentales para tomar otra decisión crucial. Aceptar el cargo de DT
cuando un entrenador renunció. “No entendía nada de fútbol, aprendió
mirando” dijeron algunos dirigidos suyos. Teniendo en cuenta eso, la
carrera que edificó fue sorprendente.
Llegó a River en 1960, tras
un periplo extenso en cuadros brasileños de poca monta y su estreno
argentino en Independiente. Vino para hacerse cargo del lugar que José
María Minella había ocupado por 13 años. Encabezó un proceso con el
recambio generacional como estandarte. Ya no estaban mas Labruna,
Vernazza, Prado, Alfredo Pérez, Vairo. En cambio, le trajeron figuras
importantes como José Varacka, el peruano Juan Joya, y otros nombres
nuevos como Pederzoli, Schneider, Paulinho, Etchegaray y Doval. Su
estilo rígido y disciplinado contrastaba notablemente con el “laizzes
faire” promulgado por Pepe, y eso se notó claramente. Levantó muchas
expectativas pero terminó fracasando estrepitosamente. En su corto
tiempo en Núñez, Jim Lópes no pegó onda con nadie. Ni con los
dirigentes que lo miraban con desconfianza, ni con el plantel que no
concordaba con los planteos y con ciertos métodos de entrenamiento, ni
con la gente, que a la tercer derrota le cortó todo tipo de apoyo.
Los números de Jim Lópes son
muy pobres. Luego de una aceptable gira previa por Perú, oficialmente
condujo a River en 12 partidos del torneo local. Ganó 3 (Gimnasia,
Atlanta y San Lorenzo), empató 4 (Boca, Central, Vélez y Lanús) y
perdió 5 (Chacarita, Estudiantes, Independiente, Newells y Racing).
Convirtió 13 goles y le hicieron 16. En medio de un clima de tensión y
desencanto, renunció a su cargo el 31 de julio del 60, cuando Racing
derrotó a River en el Monumental 2-1. Lo reemplazó José Ramos, con
quién el equipo remontaría hasta llegar al subcampeonato.
La campaña de Lópes es
prolífica. Oriento a equipos como São Paulo, Palmeiras, Portuguesa,
Corinthians, e Independiente. Tras River, Jim López llegó a dirigir la
Selección Argentina en dos oportunidades y a varios equipos más de la
Primera del Fútbol Argentino. Quienes hace no mucho tiempo se mataban
de risa con Orestes Katoroz, pueden encontrar en Alejandro Galán un
lejano antepasado menos dicharachero y –a la luz de los antecedentes-
mucho mas existoso. Murió el 20 de enero de 1979.
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